Artes

Durante la Novela, Esteban se relaciona con numerosas piezas musicales, pinturas y obras literarias. Iremos mencionando aquí algunas de ellas.


"La música era La infancia de Cristo, de Berlioz, aquel segmento en que José y María, alertados por un ángel de la crueldad de Herodes, huyen hacia Egipto llevando en un asno al bebé Jesús". (página 12)









"Lo había deseado desde que, siendo un adolescente, me obsesioné con la lectura de Las Enseñanzas de Don Juan durante un viaje a Israel: en mi conciencia se entrelazaron las datileras de Ein Guedi y los cactus de Sinaloa, el hashish tuvo gusto a peyote y las iridiscentes noches del Néguev fueron las iridiscentes noches de Sonora". (página 22)




 


"—¿Veo que la lectura depravada de Joe Orton te mantiene alejado del mundo?
Era Carolyn, la esposa británica del embajador de Australia. Se sentó a mi lado.
—Hace algunos años, cuando vivíamos en Dinamarca, representé Loot... es la mejor de las obras de Orton". (página 41)





"Robin era, posiblemente, la persona más culta, erudita y divertida que conocía. Entre otras proezas, a mi parecer magníficas, llevaba años traduciendo el Chuang Tzu, uno de los libros fundacionales del taoísmo, desde la versión original en chino antiguo". (página 43)



 


 

"Todo iba bien. Al finalizar las Variaciones sobre un vals de Diabelli, pasé mi brazo alrededor de su cuello y, seguro del éxito, estiré mis labios en dirección a los suyos". (página 51)






 


"Sí, me había tragado el orgullo: encerrado en mi oficina, había dedicado largas horas al estudio de la obra de Arjona, hasta dar con esos versos ideales para mi propósito". (página 135)

 


"A las once siete regresé a mi departamento. Saqué el disco de jazz y puse una ópera: “Norma”, de Vincenzo Bellini. Me senté en el sofá y decidí que, si Lola no llegaba antes del final de la música, me suicidaría". (página 162)







"Para tener algún propósito vital, inicié la lectura del Ulises, el más difícil e inaccesible de los libros. Poco a poco, el deambular de Bloom por las calles de Dublín impregnó mis propias caminatas por el centro de Santiago: el letrero de una tienda, una paloma en una estatua, una palabra escuchada al azar, me provocaban reflexiones interminables, asociaciones remotísimas". (página 169)







 
 
"La imagen me hizo recordar aquellas pinturas alemanas del Siglo XV en que la muerte, esquelética y repulsiva, representa también el objeto de tentación". (página 313)



 





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